Capítulo 26 “La cita de ensueño”
Hoy tengo una cita, por
llamarlo de algún modo, con Yoel. Estoy muy nerviosa. Llevo todo el día
pensando en qué ponerme. Mi idea era parecer divertida, natural, elegante,
formal pero informal al mismo tiempo, y seguir pareciendo yo misma… si supiera
a dónde me iba a llevar todo sería más fácil, pero Ana no ha conseguido
sacárselo y tampoco Raúl, así que me temo que me llevaré una sorpresa.
Abro mi armario por
décima vez en busca de algo que muestre quién soy en realidad, teniendo en
cuenta todo lo antes mencionado, pero no encuentro nada. He seleccionado varias
cosas que ya he rechazado por diferentes motivos. Un vestido beige de tirantes
con flores en colores cálidos, una falda del mismo estilo con una camiseta de
tirantes blancos, unos vaqueros largos con una camiseta de manga corta que me
encanta, unos vaqueros cortos con una camiseta negra de tirantes… Pero nada me
parece lo suficientemente bueno para llevarlo a una primera cita. ¿Porque me
emociono tanto? No le quiero ¿no? Es decir no es lo mismo que con José…
Mientras libro esta lucha interna llega mi hermano que se apoya en el marco de
la puerta.
-¿Que tal vas mona?
-Mal, ven- le cojo de la
muñeca y lo meto dentro de mi habitación. Le coloco delante de mi armario.- De
toda mi ropa cual dice que soy una chica divertida, que voy formal pero
informal al mismo tiempo, pero que sigo siendo yo misma.
Me hermano me mira
boquiabierto y tras unos segundos se ríe.
-Bien, ¿Quieres saber lo
que yo creo que de tu ropa te queda mejor y formal pero informal?-
Asiento y mi hermano saca unos vaqueros cortos oscuros, una camiseta blanca de
tirantes y una camisa de leñador, de cuadros rojos y negros.
-¿Enserio?
-Sí, es lo que a mí más
me gusta, y no solo para ti, cuando Ona se viste de ese estilo…
-Vale, no necesito más
información, gracias por la ayuda y adiós mono- le digo alegremente mientras le
tiro de mi habitación.
-¡Y rízate el pelo!- Me
grita ya desde la puerta.
Le haré caso a mi
hermano. Me pongo los pantalones cortos, la camiseta blanca y la camisa de
leñador desabrochada, todo y tal y como me ha dicho mi hermano. Me suelto la
trenza que llevaba lo cual acaba de rizarme el pelo, y me recojo las mechas que
me suelen caer en la cara hacia atrás. Me pongo mis Vans negras y voy al cuarto
de mi hermano.
-¿Qué tal?
-Preciosa.
-¿Te vienes al sótano?
-Voy.
Quedé con Yoel en que
vendría a recogerme, y he quedado con mi hermano en que él abrirá la puerta y
si por algún motivo no fuera adecuadamente vestida conforme va él me avisaría.
Estoy con mi hermano en
el sótano cuando suena el timbre. Corro a mi habitación y mi hermano sube a
abrir. Enseguida oigo a mi hermano gritar.
-Sol, es Yoel- debo
bajar. Era nuestra señal.
Me guardo el móvil en un
bolsillo de detrás, las llaves en uno de delante, la cartera en el otro
de delante y el brillo en el otro detrás. Estoy lista. Bajo las escaleras
a todo correr y lo encuentro en la puerta, con el pelo revuelto, sus grandes
ojos azules brillantes y una preciosa sonrisa. Lleva una camiseta azul de manga
corta que le marca su tonificado cuerpo y unos vaqueros.
Me dedica una sonrisa
nerviosa y comprendo que en los cinco minutos que he tardado en bajar, mi
hermano le habrá dicho algo, que solo a él se le ocurre. Le dedico una sonrisa,
con la intención de que sea tranquilizadora y nos vamos.
-Adiós- me susurra mi
hermano y me da un beso en la cabeza.
-Adiós.
Yoel y yo montamos en su
coche negro y comienza a conducir hacia el centro. Dios estoy tan nerviosa…
¿Que va a pasar? Y ¿cómo debo actuar? ¿Y si parezco idiota? Le miro de reojo y
veo su preciosa sonrisa y sus enigmáticos ojos azules puestos en la carretera.
Estoy a punto de
preguntarle a dónde vamos, cuando me doy cuenta de que él quiere que sea una
sorpresa, y que ya sé que vamos a alguna parte del centro. Llegamos al parque
en el que estuvimos durante la fiesta del equipo de rugby. Aparca el coche,
baja, me abre la puerta y coge del maletero una cesta de picnic y una gran
manta de cuadros rojos y blancos. Comenzamos a andar hacia el corazón del parque,
y Yoel me coge la mano. Un pequeño cosquilleo se extiende por todo mi cuerpo.
Llegamos al árbol en el que tuvimos nuestra primera conversación de verdad.
Extiende la manta en el suelo y me siento en ella. Yoel me imita y de la cesta
de picnic saca una botella de cava y fresas con chocolate.
-Vaya, lo has vuelto a
conseguir.
Me dedica una gran y
preciosa sonrisa, coge una de las copas y la llena, y luego la otra. Me da una
de ellas y doy un pequeño sorbo. No es la primera vez que bebo cava, todas las
Nocheviejas, papa me da una copa para brindar, pero esta vez me sabe normal.
Ahora me gusta más pues estoy con él, en una situación perfecta con un chico
perfecto. Todo es perfecto, y por lo tanto debería sentirme perfecta, pero no
es así. Me siento rara, pues todo es demasiado perfecto, incluido él, y luego
estoy yo. Con una lista inagotable de defectos, la cual me hace estar un tanto
incómoda ahora mismo.
Yoel coge una fresa con
chocolate y la extiende hacia mí. Me acerco sonriente, pero con una sonrisa tímida,
y me como la fresa que me ofrece. Ahora es mi turno, soy yo la que le ofrece la
fresa, y él el que la coma. Luego, me coge la mano y me la besa. Más sonrisas
Seguimos hablando, y me
doy cuenta de que tiene un bonito humor pésimo. Es decir, dice chistes malos,
con ninguna gracia, pero el hecho de que sean tan malos te hace reír.
Se acerca más a mí, me
coge la mano, y me la besa de nuevo, sube un poco más, y conforme sube se
acerca a más y más. Decidí que no me enamoraría de él, y quizá aún no lo he
hecho, y si no quiero hacerlo, quizá deba pararle, pero es que sus besos suaves
y cálidos me ponen la piel de gallina, y extienden un cálido cosquilleo por
todo mi cuerpo. Llega al hombro, y reacciono separándome de él.
-¿Pasa algo?
-¿No creerás, que te iba
a dejar besarme en la primera cita?- Le sonrío.
-Técnicamente no es la
primera cita, ¿no crees?-Me sonríe. Me quedo en silencio porque tiene razón. Él
sonríe aún más.- Tengo razón y tú estabas equivocada.
-Te contaré un secreto,
para que en la próxima cita lo tengas más fácil para besarme.
-¿Quién ha dicho que
quiera una cuarta cita?
-Pues entonces nada- le
digo con una media sonrisa.
-Claro que quiero una
cuarta cita- dice mientras me besa la mano.
-Pues bien, ahí va,
Siempre tengo razón, incluso cuando no la tengo, la tengo.
-Eso es un poco
prepotente ¿no crees?- Me sonríe.
-Puede… pero en el fondo
sabes que es verdad- le sonrío de nuevo.
-Me encanta tu sonrisa,
es más, la adicción por ti comenzó en el momento en el que sonreíste.
-Oh, vamos, algo tan
romántico y bonito no es propio de este siglo.
-Cierto, mientras otros
se fijan en tetas y culos, yo me fijo en ojos y sonrisas.
-Todos lo dicen, pero
pocos lo hacen.
-Me considero uno de
esos pocos, ojos verdes.- Sonreímos.
Seguimos bebiendo,
riendo, hablando y comiendo y poco a poco le conozco mejor. Su cumpleaños es el
nueve de septiembre, su color favorito es “el de tus ojos” han sido sus
palabras exactas, así que en verdad no lo sé. Es inteligente, le gusta el
rugby, es hijo único, y no añora el hecho de tener hermanos. A pesar de eso no
es un típico niño mimado. Me gusta el hecho, de que al sentarse saque el hombro
izquierdo, o que cuando esté un tanto nervioso se rasque la cabeza por detrás,
sus chistes malos y sus sonrisas espontáneas. Me gusta hablar con él de temas
raros, los cuales no tienen fin, el hecho de que me saque sonrisas en cualquier
momento. Me gusta en definitivamente, él.
Me levanto y voy hacia
el árbol. Hoy llevo pantalones, así que subo, como buenamente puedo al árbol.
Yoel me mira estupefacto, pero sonriente, y eso me gusta. Subo a la rama más
baja, pues no creo que pueda subir mucho más sin hacer el ridículo.
-Me fascinas- sube al
árbol y se sienta a mi lado y me besa.
No me lo esperaba, y por
eso no he podido reaccionar, pero lo peor es que tampoco me arrepiento pues es
un beso fascinante. Es una mezcla de calor y frío, con sabor a fresas con
chocolate y cava lo cual me encanta. Es extremadamente excitante, y quiero
otro, pero quizá no debería… Al acabar Yoel me mira, pero no sonríe, lo
cual me hace pensar que quizá no le haya gustado… espero que sí que le haya
gustado, pues a mí me ha encantado, y de verdad que me emocionaría que él
hubiera sentido lo mismo.
-Sol-dice mientras me
acaricia la mejilla- no le digas nada a tu hermano ¿vale? Aprecio mi
vida.-Ambos nos reímos, y yo le doy un beso en la mejilla.
Yoel me lleva de nuevo a
mi casa tras otro rato hablando, y me despido de él con un beso en la mejilla.
Entro en casa sonriente,
y mi hermano, sentado en el sofá del salón con mis padres, me sigue con la
mirada, se la devuelvo, y con ella una media sonrisa, él se queda un tanto
anonadado y me sigue hacia el sótano.
-¿Que ha pasado enana?
-Cosas- Mi hermano
cambia su cara de estupefacción por una de curiosidad con posibilidades de
enfado.- Tranquilo, no ha pasado nada, solo hemos hablado.
-Ya, como Ona y yo todas
las tardes.