jueves, 16 de julio de 2015

Capítulo 17 "Nada es para siempre"

  Capítulo 17 ‘Nada es para siempre’

-¡No!- Grito perdiendo los nervios.
-¿Chicos estáis bien?-  Creo que he gritado demasiado fuerte, pues mi madre se ha  alarmado. Los problemas aumentan, mi madre no puede subir y ver así a Andrés.
 -Tranquila, no pasa nada.- Le digo asomándome por la escalera.  Eso la relaja lo suficiente. Cuando vuelvo a mi habitación mi hermano echa una mirada fulminante.
-No me puedes obligar a no pegarle.
-¡No! ¡No! Y ¡No! Nadie se va a volver a pelear con nadie, ¿entendido?- Mi hermano no contesta y eso me pone nerviosa, porque eso significa que va a hacer lo que quiera. En ese momento entre el desconcierto, Andrés se despierta. No puedo reprimir ni las lágrimas, ni la sonrisa. Me tiro contra él para abrazarle, y enseguida se queja por el dolor.
-Lo siento- susurro mientras le doy un beso en la mejilla. Saluda a todos los demás.
-¿Podéis dejarnos a solas?- Todos se van en silencio y yo los acompaño a la puerta.
-Luego hablaremos tú y yo- le digo muy seria a mi hermano, él pone los ojos en blanco y se va a su habitación seguido de mis tres amigos.
Yo vuelvo a mi cuarto, y sobre la cama le veo, está tan magullado, que me duele verle, me mira, a duras penas con su ojo hinchado, y en el otro (algo rojo, pero ni hinchado, ni morado como el otro) veo su iris negro que me observa, con una pequeña sonrisa. Toda su cara está roja, y supongo que con cada movimiento le duele, así que sonreír debe serle un esfuerzo enorme.  Me siento a su lado, y con cuidado, le aparto un mechón de la cara, y él me dedica una estupenda sonrisa.
-Gracias- le susurro- por todo.
-Sabes que por ti haría cualquier cosa, porque te quiero.- Me sonrojo sin poder evitarlo.
Vaya, esto es nuevo, soy una idiota. Es el primer silencio que no es incomodo entre nosotros, pero… no es como los que tenía con José. No quiero pensar en él, y sin embargo lo estoy haciendo. Tampoco quiero utilizar a Andrés por la tristeza que tengo por el hecho de que José me dejara de manera tan humillante.
-Sol, te quiero, y sé que ya me dijiste que no una vez, pero yo… yo te necesito, eres mi vida entera, y quiero demostrarte lo mucho que te quiero.- No puedo evitar comparar sus palabras con las que me decía José, pero no sé porque siento que las suyas son sinceras, pero en verdad, no me importa mucho, es decir, le quiero mucho como amigo, pero ya está, ya se lo dije una vez, y no nos hablamos durante un tiempo, tengo miedo de que pase algo parecido otra vez.
-Andrés, eres mi mejor amigo, y te quiero, pero no de la manera que quieres que lo haga, y lo siento porque, eres perfecto, eres dulce, simpático, cariñoso, sincero… pero no siento esa sensación que se apodera de mí, y no quiero estropear nuestra amistad.
Andrés me mira con dolor en los ojos, y me siento un monstruo otra vez, pero, si le dijera que sí, sería peor, porque por mi parte no habría amor y sería una farsa, pero no sé como dárselo a entender sin hacerle daño. Quiero llorar, pero no puedo tengo demasiadas cosas que hacer. Andrés me dedica una mirada triste, la más triste que he visto nunca me siento tan mal por él y quiero que pare, quiero que aparte esos tristes ojos de mí, no quiero sentirme un monstruo, y para pararla hago lo único que se me ocurre; le beso.
Sus labios también son más  cálidos que los míos, pero no como los de José, ¿por qué no puedo olvidarle? Cuando separo mis labios de los suyos, no siento nada, nada especial, nada que me haga querer un segundo, y me siento una falsa. Me levanto rápidamente de la cama, y empiezo a dar vueltas por la habitación.
-¿Qué pasa?- Pregunta Andrés alarmado.
-Somos amigos…- empiezo a decir antes de ser interrumpida.
-¡Ya está! Ya lo has estropeado todo, todo el momento ¡Joder! ¿Qué tengo que te repela tanto?- Me grita Andrés.
-No me grites- le digo intentando calmarme.
-Sol estás enamorada de un tío que pasa de ti, con un montón de defectos, yo seguro que tengo más, pero ¿Cuáles?- me vuelve a gritar.
-Sabes que no soporto que me griten, así que cierra el pico ¿vale? No siento nada cuando te beso, ¿quieres vivir en una mentira?
-Pues si es contigo sí
¡Le odio! Me está intentando hacer sentir mal, es retorcido y horrible por su parte.
-Andrés, nuestra amistad…- vuelvo a empezar más calmada. Espero que deje de gritarme, porque entonces no podré controlarme y acabaremos mal.
-No me hables de nuestra amistad, porque ya no existe.
Sus palabras me hielan la sangre, y me quedo paralizada viendo como se aleja. Ana, Jaime y Napoleón se marchan. Ana, porque no entiende lo que pasa, y yo personalmente le pido que se vaya, porque estoy a punto de derrumbarme, y aún no puedo, porque tengo que hablar con mi hermano. Jaime y Napoleón se van (por petición mía también) y han decidido, que van a hablar con Andrés. Napoleón me ha prometido que luego me llamará, pero no me importa, ya no me importa nada. Le he perdido, todo se acabó esa rara amistad murió, fin del cuento.
Estoy muda, todavía no he contestado a nadie, por miedo a que se me quebré la voz. La reservo para hablar seriamente con mi hermano, y luego dar explicaciones a mi madre sobre los gritos, y el grupo de amigos (uno de los cuales recién salido de una pelea) que salen de la casa, y a los cuales no ha visto entrar. Mi hermano va entrar en cualquier momento.                                                                             
En  mi cabeza retumban las últimas  palabras de Andrés.

“No me hables de nuestra amistad, porque ya no existe.”