Capítulo 23 “El chico”
-No la toques- dice en tono firme.
-¿Por qué?-Se ríe Daniel, el cual debe medir unos dos metros diez como
mínimo y le saca unos treinta centímetros a Yoel.
-¿Quieres que llame a la niñera?-Dice Yoel en tono burlón señalando a José
el cual se está enrollando con Queen, y por sorprendente que parezca, no me
molesta.
En ese momento llega Hugo, también borracho, con la cara roja y dando
traspiés.
-Vamos a por otra cerveza, Dani.- Le dice cogiéndole del brazo. Me fijo en
que lleva la mejilla marcada, alguien le ha dado un bofetón.
Cuando los dos chicos se han ido me giro hacia Yoel y observó sus preciosos
ojos azules.
- gracias- le susurro.
-No hay de qué. Déjalo es un borracho. Si sigue en el equipo es por José.-
Y me dedica una bonita sonrisa, la más bonita que he visto nunca.
Empieza una nueva canción.
-Me encanta. ¿Bailas?
Antes de contestar busco a Ana con la mirada, no quiero dejarla tirada.
Ella asiente con la cabeza en cuanto me ve con Yoel así que le doy la mano que
me había ofrecido y nos vamos a bailar.
Llegan un par de chicas borrachas a las que se les ven las tetas y el culo
con botellas de cerveza. Le ofrecen una a Yoel y hacen como si yo no estuviera.
Yoel lo coge dos y me da una. Las chicas murmurando por lo bajo se alejan.
-Gracias- digo a pesar de que odio la cerveza.
Levanta su botella para brindar, cuando el equipo de rugby llega y se lo
llevan. Yo vuelvo con Ana, que me mira mal. No por haberla dejado sola sino por
la botella de cerveza que llevo.
En media hora el local ya empieza a apestar. Hay una mezcla de humo de
discoteca, alcohol, tabaco, vómito y sudor asquerosa, pero nos lo estamos
pasando demasiado bien para irnos.
Voy sobria. La cerveza se la di a un chico que me preguntó si me la iba a
beber, y aquí estoy hablando con Ana.
Los chicos del equipo de rugby suben al escenario con el DJ. Viktor coge el
micrófono y la música se para en el acto. Por primera vez en toda la noche el
local se queda en sumo silencio. Casi ni puedo oír la respiración de los que
tengo al lado.
-¡Hey gente!- grita Viktor que es respondido con un sonoro "sí".
Viktor va despeinado, sudado, borracho y que la camisa rosa que al
principio de la noche llevaba tan bien arreglada e impoluta, ahora lleva
arremangada y desabrochada dejando ver así su tonificado torso, he de decir que
a pesar de todo está guapísimo.
-¡Quiero que en la próxima canción no dejéis de saltar!-vuelve a gritar
Vik.
En ese momento se rompe el silencio y la canción más movida de la noche
suena a todo volumen. Acto seguido todo el mundo comienza a saltar provocando
que el local retumbe. Los chicos del equipo de rugby saltan a la pista de baile
sin parar de botar. La canción acaba, pero el suelo aún vibra.
-¡Lo habéis hecho muy bien!- Grita Viktor que ha vuelto a subir al
escenario.- Ahora... buscar una pareja y... a bailar...
Una canción lenta, hecha para bailar pegados comienza. Veo a Queen y a José
salir de la mano a la pista de baile (hasta ahora habían permanecido besándose
en los sofás).
Ana y yo (como el resto de solteros y solteras, o gente que no quiere
bailar, nos dirigimos a los sofás de los que se levantan las parejas,
cuando alguien me coge de de la muñeca. Temo que sea Daniel, pero no puede ser,
él está durmiendo en un sofá. Me giro lentamente y me encuentro con los ojos
azules de Yoel.
-¿Me concedes este baile, principessa?
Me sonrojo. No puedo evitarlo, nadie podría. Me vuelvo hacia Ana para
buscar su aprobación, pero ella está demasiado ocupada hablando con un chico
alto de pelo negro y ojos verdes, así que supongo que no le importará que baile
con Yoel.
Le doy la mano y me dejo que me guíe hasta el centro de la pista de baile.
Coloca sus manos sobre mi cintura y yo las mías alrededor de su cuello.
-Sol ¿cuando acabe la canción quieres tomar una cerveza y dar una vuelta?
-No me gusta la cerveza.
-Pues lo que te apetezca.
-Vale- le digo sonriente. El me devuelve la sonrisa y yo apoyo la cabeza
sobre su pecho, sintiendo así mariposas en el estómago.
La canción acaba y veo a Ana pasárselo en grande con ese chico tan guapo.
Yoel me coge de la mano lo que provoca que un chispazo se extienda por todo mi
cuerpo. Me gusta pasar tiempo con él. Llegamos a la barra.
-Una cerveza y un...-se gira hacia mi- ¿que quieres?
-Sorpréndeme- le sonrío. Yoel se ríe y me pide un mojito.
Doy un sorbo a esa bebida amarillenta con mucho hielo, muchas hojas de
menta y limón. Es muy refrescante y ácido, pero a la vez dulce.
-¿Y bien?
-Está muy rico- le digo sonriente.
Seguimos caminando en silencio. Llegamos al parque del centro y aún no
hemos hablado, pero la verdad es que no estoy incómoda, nerviosa sí, pero para
nada incómoda.
-Me encanta este parque, solía venir de pequeña, y ahora los sábados por la
mañana a leer. Mira, ven- le cojo de la mano y le guío hasta una agrupación de
árboles y nos adentramos en ella hasta encontrar un árbol no muy alto con
muchas ramas gruesas. Aquí suelo leer los sábados por la mañana, y almuerzo
algo del Starbucks.
Me siento bajo el árbol y él me imita. Todo está silencioso y la luna y las
estrellas brillan con fuerza, es una noche preciosa. Corre una pequeña brisa
que me mueve mi melena rubia.
El se gira un poco y nos quedamos cara a cara, muy cerca el uno del otro.
Siento los latidos de mi corazón acelerarse, y me pregunto si los suyos laten
igual de fuerte. Su respiración es pausada, mientras que yo amenazo con hiperventilar.
Sus ojos azules y los míos verdes se funden en una sola mirada, que me cuesta
contener. Se acerca un poco más. Ya estamos muy cerca, nuestras narices casi se
chocan.
-Esto es perfecto- susurro. Seguimos mirándonos y yo me pierdo en sus
preciosos ojos azules.
-Mañana es domingo-susurra.
-Lo sé.
-Podríamos... no se… quizás te apetece… quedar.- Le dedico una media
sonrisa- aquí, pera desayunar.
-Vale, ¿te apetece café y algo dulce?
-Perfecto.
-Perfecto.
Durante un rato solo nos miramos y sonreímos. Cualquiera que nos viera
pensaría que somos idiotas, pero para mí es perfecto. NO me sentía tan
contenta, desde que José y yo rompimos, pero aún así me aterra esta felicidad,
pues ya la sentí, y acabe en el fondo de un oscuro pozo de tristeza.
-¿Qué hora es?- Pregunto tras quince minutos de precioso silencio.
-Una buena hora para volver. Ven, será divertido.
Le creo, hasta ahora no ha fallado ni una vez, así que confío en él. Le doy
la mano y corremos bajo el cielo estrellado hasta el local del que salen
Viktor, con una chica bajita y de pelo rizado, Raúl y Ana con el chico de pelo
negro. Viktor va borracho.
-Ahora a la playa- dice Viktor y a continuación suelta un grito de euforia.
-Ssshhh, Vik hay gente durmiendo- le susurra Raúl.
-¿Y? ¡Que se despierten, que la noche es joven!- Vuelve a gritar.- Uy- dice
y se va corriendo tras un coche donde vomita.
-Deberíamos llevarlo a casa- dice la chica con la que iba.
-No, no, estoy bien. Vamos.
Nos dirigimos a un coche bastante viejo de color gris. Vik monta al
volante.
-¿Qué? ¡No!- grito- No pienso ir en un coche conducido por un borracho.
-Que voy bien Sol.
-¡Sí claro!
-Trae yo conduzco- dice el chico de pelo negro.-Viktor accede a regañadientes
y le da las llaves.
Ana va de copiloto, al lado de su chico misterioso. Detrás nos apretujamos
los otros cinco. Vik y su chica a la derecha, ella sobre él, igual que Yoel y
yo, solo que a la izquierda, y Raúl en el centro.
-Yoel, ¿Que vamos a hacer en la playa?
-Vamos a quemar todos los malos recuerdos. Por cierto, Raúl ¿Lo llevas
todo?- el hermano de Ana asiente.
Durante el camino hacia la playa, cantamos canciones de borrachos, aunque
el que más canta es Vik, los demás solo cantamos los estribillos.
Ya hemos llegado. Yoel y Viktor encienden la hoguera y Raúl saca una caja
de cartón y cervezas del maletero. El resto nos sentamos alrededor de la
hoguera. Las llamas se mueven con elegancia al son de la brisa y las chispan
saltan creando así una perfecta sintonía. Me siento atraída por el precioso
baile de las llamas y me acerco más y más, hasta que alguien me coge de la
muñeca deteniéndome.
-Cuidado- me dice Ana.
Me alejo del fuego. Raúl saca papel y bolígrafos de la caja.
-¿Quien quiere ser el primero en eliminar algo malo?
-Yo- digo sin pensármelo dos veces. Me dan un boli y un trocito de papel y
escribo:
José. Dolor. Pelea con
Andrés.
Doblo el papelito y me dejo atraer de nuevo por el fuego. Estoy muy cerca y
el calor me envuelve. Alargo el brazo y lanzo el papel a las llamas. Observo
como el fuego reduce a cenizas el papelito con todo lo horrible que me ha
pasado en los últimos meses. Esto es como pasar página, y ahora que he pasado
página ya no puede dolerme. Me olvidaré de todos esos preciosos momentos con
José, pero a lo mejor no es tan malo. Quizá así, vivo experiencias nuevas y
nuevos momentos preciosos con alguien que me quiera de verdad. Si he sido
feliz con alguien que no era el indicado, con él que lo sea, será perfecto.
Respecto Andrés, bueno, tal vez se solucione, y si no, el tiempo decidirá qué
pasará con nosotros, y quizá le haga entrar en razón.
Ha llegado el momento de dejar a un lado el dolor, y comenzar a ver el
mundo de nuevo en color. A ver de nuevo las cosas bellas y la parte positiva.
Quizá ahora, después de toda esa horrible experiencia que he vivido, llegue la
felicidad de nuevo, estoy segura de que ahora todo va a ir a mejor.
Todos los demás queman sus papelitos, y otros objetos relacionados con lo
que han escrito, pero yo no puedo quemar ni el oso ni el collar, porque no los
tengo aquí, y tengo otro plan para el collar.
Reparten una cerveza para cada uno y Viktor alza su botella.
-¡Brindemos! ¡Por la felicidad!- brindamos y bebemos.
-¡Por la quema de malos recuerdos!- Grita Raúl. Brindamos y de nuevo
bebemos.
-¡Por que sigamos repitiendo esto todos los años!- Grita el chico de pelo
negro, y de nuevo a beber.
-¡Por que esto sea el principio de toda una nueva y maravillosa
aventura!-Grita Yoel.