Capitulo 18 “Atando cabos sueltos”
Mi hermano entra en la habitación, sacudiendo
la cabeza, y justo cuando va a hablar, nuestra madre nos llama. Bajamos en
silencio las escaleras con sigilosos pasos, como si temiéramos despertar a
alguna horrible bestia. Cuando llegamos
a la planta baja, encontramos a mi madre sentada en la mesa de la cocina con
una taza de café caliente entre las manos. En cuanto nos ve, nos invita a
sentarnos con la cabeza, y los dos obedecemos. Pasan un par de minutos en los
que guardamos silencio absoluto, hasta que es mi madre la que habla.
-¿Qué acaba de
pasar? Y quiero saberlo todo, no quiero que me ocultéis nada.
Mi hermano y yo
nos miramos, y luego le devolvemos la mirada a mi madre. No le vamos a contar
toda la verdad, mi hermano ya sabe que tiene que evitar el tema de José, así
que construiremos la mentira, intentando no delatar al otro.
-Vale- hago una
pausa para respirar hondo y empiezo-
había quedado con Ana, para ir al centro, y para acortar el camino,
pasamos por el parque de las pelas, para ir a la parada del autobús, y entonces
vi a Andrés pelearse con otro chico. Cuando pararon Napoleón y Jaime me
ayudaron a traerlo aquí.
-¿Por qué aquí?-
Pregunta mi madre.
Buena pregunta,
¿Qué le contesto? Porque decirle que Andrés se había olvidado las llaves y no
había nadie en su casa para abrirle no resulta muy convincente, y ¿Qué otras
escusas me quedan? Quizá decirle la verdad no es tan malo, aunque podría
endulzarla un poco.
-Porque, la
madre de Andrés estaba en casa con el hermano pequeño de este, Mario, y pues no
quería que el pequeño viera así a su hermano, porque estaba inconsciente,
quería que primero se despertara y pudiera andar sin ayuda.- Mi madre no parece
muy convencida pero lo deja pasar al menos por esta vez.
-¿Y porque no
entrasteis normal? ¿Por qué los ocultasteis?
-Para que no te
preocuparas- interviene mi hermano, el cual me ve demasiado lento, para una
respuesta tan simple.
-¿Y ese grito?
Gritabas “no”
-Porque Rodrigo
estaba haciendo una de las suyas, y me ha cabreado.
-¿Y los gritos
con Andrés?- Espero que no haya entendido bien las palabras, porque si no la
única escusa que se me ocurre no colará.
-Discusiones de
amigos.
No sé si ha
resultado fiable o no, pero mama no ha puesto objeciones y a mí con eso me
vale. Con los nervios de tener que explicarle a mamá todo lo ocurrido, no se me
ha quebrado la voz en ningún momento, pero ahora que ya no tengo esa presión,
todo lo ocurrido me golpea fuerte. Me duele mucho todo el cuerpo, el día de hoy
está siendo una caja sorpresa de cosas malas, hoy todavía no ha habido ninguna
alegría.
Me siento en el
borde de la cama, y la cabeza comienza a darme vueltas, solo de pensar en lo
ocurrido tras la pelea, quiero dormir y olvidarme del mundo. Me quedo parada,
mirando al vacío, cosa que inquieta a mi hermano cuando llega. Se sienta a mi
lado, y no dice nada, simplemente me pasa el brazo por la espalda y me aprieta
hacia él. Apoyo la cabeza en su hombro. Pasamos así unos minutos, hasta que me
pide que le explique todo lo ocurrido, así que lo hago. Le explico como Ana me
contó lo que había pasado, mi enfrentamiento con José, como me sentí en cada
momento, el porqué de la pelea, mi encuentro con Queen, y mi reciente discusión
con Andrés.
-Lo siento.-
Susurra mi hermano mientras me da un suave beso en mejilla.- Pero, ese cerdo va
a recibir su merecido.
Me separo de él,
casi de inmediato, y me quedo mirándole a los ojos, a sus ojos verdes,
exactamente como los míos. Esta muy serio, y sé que está furioso, lleno de odio
en estos momentos.
-No- digo
mientras se me quiebra la voz, por lo que suena como un suspiro.- NO- repito
más alto y con voz clara. Él niega con la cabeza, y justo cuando va a comenzar
a discutir yo sigo.- No vas a pelearte con nadie, no le vas a pegar a José,
todo eso si me quieres de verdad. Si me aprecias y me quieres- en ese momento
me interrumpe.
-Como te aprecio
y te quiero, le voy a dar su merecido por hacerte daño.
-Si me quieres
me dejarás, que sea yo la que me ocupe de esto.- Mi hermano me mira con aire
critico, y muy serio, como decidiendo que hacer.
-Bueno… por esta
vez, pero si vuelves a llorar, o si no lo solucionas solita, intervendré, y me
dará igual toda tu palabrería ¿vale?- me dedica una bonita sonrisa, yo le lanzo
una sonrisa triste, y tras un beso en la cabeza se va a su cuarto.
Me tumbo en la
cama, y me quedo quieta, muy quieta, mientras las palabras de Andrés me
retumban en la cabeza. Una y otra vez escucho esas palabras retumbar en mi
cabeza.
“No me hables de
nuestra amistad, porque ya no existe.”
Una y otra vez
hasta que al final rompo a llorar, por la traición, el dolor, la humillación,
el sentirme un monstruo… me paso todo lo que queda de día llorando, y por la
mañana me despierto con malestar; dolor de cabeza, ojos hinchados y rojos, y
restos de lágrimas secas en las mejillas. Pero sigo teniendo ganas de llorar.
Me incorporo en la cama para seguir llorando pero eso no ocurre, estoy seca. Me
quedo mirando al vacío, hasta que entra mi hermano, y me pongo en marcha para
otro horrible día.