viernes, 27 de marzo de 2015

Capitulo 10 "Un día agridulce"

Capitulo 10 “Un día agridulce”
Son las siete de la mañana, y me despierto con la canción “She looks so perfect” de 5 seconds of summer, y me voy a desayunar.
Al subir me pongo unos vaqueros, una camiseta rosa y después de asearme y coger la mochila me voy al instituto. Por el camino me encuentro con Andrés, Napoleón y Jaime. Son de mis mejores amigos, aunque sobretodo Andrés, el cual ni me saluda.
Son todos muy diferentes tanto física como psicológicamente. Andrés es alto, tiene el pelo negro, ojos marrones, es de piel muy blanca y está cubierto de pecas. Es reservado, y a pesar de ser mi mejor amigo le cuesta abrirse conmigo. Napoleón es de altura media, pelo castaño y ojos marrones. Esta regordete. Depende de la persona, se abre más o menos, pero cuando te conoce y eres su amigo, es una de las personas más simpáticas que conozco. Jaime es bajo, delgado, rubio y de ojos azules. Jaime extrovertido.
-Bueno Sol, vamos a quedar esta tarde ¿te apetece venir?- Me pregunta Jaime mientras me coge de los hombros a duras penas. Miro a Andrés en busca de algún gesto, aunque fuera de desprecio, algo que me hiciera sentir que al menos no sentía indiferencia por mí, pero me encuentro con un vacio absoluto, de repente me siento sola y por primera vez desde el día del hospital tengo miedo a perderle. Eso me agobia. Quizás si quedo con ellos puedo arreglar las cosas ¿no? Es decir, si voy podríamos hablar, y estoy segura de que Napoleón y Jaime me apoyarían. 
-Sí- digo enérgicamente.
-¡Genial!- exclama Napoleón.
El resto del camino hacia el instituto se lo pasan hablando Napoleón y Jaime. Andrés esta en silencio, mirando hacia delante muy serio. Yo busco sin éxito un saludo seco aunque sea, pero no hay nada, ni siquiera me mira.
Llegamos al instituto y el día pasa especialmente lento, y la mayor parte del tiempo pienso en los profundos ojos verdes de José, en su rubio pelo rizado y en sus musculosos brazos que cuando me rodean  consiguen que me olvide de todo.
También pienso en Andrés y en porque se enfada así. No tiene derecho. Debe entender que estoy con José y alegrarse por mí, igual que yo siempre me he alegrado por él. Se enfado en el hospital así que dedico la hora de Biología a repasar esa maldita tarde, por la cual, quizás haya perdido a mi mejor amigo para siempre. ¿Quizás fui demasiado dura con él? Él se expreso sus sentimientos, y a lo mejor no lo trate con la suficiente delicadeza, además acababa de despertarse.
En la siguiente hora (matemáticas) me imagino la tarde de hoy. Me imagino con detalle lo que va a pasar, las posibles reacciones de Andrés, ya que cabe la posibilidad de que no quiera perdonarme. Lo pienso todo.
Llega mi última clase, inglés, y es prácticamente la única del día en la que presto atención.
Son las cinco y media y me dispongo a irme, cuando en mi porche, sentado en el sofá de mimbre encuentro a José.
Lleva una camisa azul celeste, unos vaqueros y en la mano, lleva su chaqueta del equipo; mangas blancas, cuerpo rojo, y bordado, en el lado del corazón lleva el escudo del instituto.
-Hola- me dice cuando me ve.
-Hola- digo sorprendida-¿Te gustan las sorpresas no?-Pregunto entre risas. Siempre  que  nos vemos, me da una sorpresa. Me parece muy romántico por su parte.
-No sabes cuánto- se ríe- la cuestión es ¿y a ti?
-Depende de la sorpresa, y de quien la de.
-Pues esta te encantará-me tiende la mano y bajamos como reyes las escaleras del porche.
Es tan mono, ¿A dónde me llevará? Ha dicho que es una sorpresa y no creo que me conteste si le pregunto.
Pasamos por delante de un parque lleno de niños jugando, y entonces lo recuerdo. ¡Los chicos! Los he olvidado, y los he dejado plantados. ¡Andrés! Me va a odiar todavía más.
-Lo siento- digo soltándole la mano y retrocediendo.
-¿Qué pasa?- Pregunta alarmado.
-Ya había quedado, con mis amigos, con Andrés, Napoleón y Jaime- digo angustiada y hablando muy deprisa.
-Tranquila. Mira vamos a hacer una cosa, me das media hora, te impresiono, porque lo conseguiré, y luego yo mismo te acompaño a donde estén tus amigos ¿trato?- Me pone esa carita tan tierna con la que consigue que me derrita. Media hora no es nada ¿no? Es que con José me lo paso siempre tan bien… quizás no se den ni cuenta, no son muy puntuales que se diga.
-Vale, media hora- le sonrío.
-Genial.
Seguimos andando hasta la boca del metro y nos metemos en un tren hacia el centro. No quedan asientos así que nos quedamos de pie. Durante el camino, hablamos, reímos, e incluso se nos escapa algún beso.  Estamos a dos paradas del centro cuando un asiento se queda libre. Él se sienta pero, como no cabemos los dos yo me quedo de pie, pero me muevo frente a él. 
Me mira con una pequeña sonrisa y dice:
-Te puedes sentar ¿sabes?
-¿Dónde? No quepo.
-¿Y si te sientas encima de mí?-Se inclina un poco, me coge de la cintura y me empuja hacia él, hasta que me siento en su regazo.
El resto del trayecto me olvido de todo, y únicamente pienso en él.
Llegamos al centro y nos metemos en un Starbucks. Normalmente, los sábados por la mañana en los que me voy de compras con alguna amiga, venimos a almorzar aquí y pedimos tarta de oreo para acompañar el café. Luego volvemos a las tiendas, o al centro comercial y a la hora de comer nos vamos al McDonald’s a por hamburguesas que nos comemos en algún parque o zona verde.
-Espera aquí. No te muevas ¿vale? Y no pidas nada- Asiento y él se dirige a una camarera bajita pelirroja. Le dice algo que escucho, esta le sonríe, asiente y señala unas escaleras que llevan a la segunda planta. Con mis amigas no suelo subir cuando vamos de compras porque vamos con prisa, y cuando quedamos para dar una vuelta tampoco, a no ser que todo abajo este lleno.
Subimos y antes de entrar me tapa los ojos, y me dice que los cierre, hasta que él lo diga. Cuando los abro me encuentro en la sala vacía, una mesa con sillones junto a la ventana, el suelo lleno de pétalos de rosas rojas (mis favoritas), velas en  la mesa, un sobre y un oso blanco de peluche con un lazo rojo alrededor del cuello. Estoy sin palabras ¡esto es maravilloso!
Me giro y le beso, le beso una y otra vez. Nos sentamos uno frente al otro aunque no se bien porque. Yo me siento junto al oso.
Llega una camarera con un capuchino, un café con leche y mucha nata, una tarta de arándanos y otra de galletas oreo.
-¿Cómo sabías que es lo que me gusta?- Pregunto asombrada, ya que sabía mis dos tartas y mi café favoritos.
-Porque te quiero, y un buen novio conoce los gustos de su novia.
-Yo también te quiero- le digo con una gran sonrisa.
-Mira el oso por favor.- Me giro a la derecha y me doy cuenta de que lleva una cajita negra. La abro con cuidado; es un collar con forma de corazón partido, con su nombre y por detrás el día de hoy. José se levanta, se sienta conmigo, se saca las llaves del bolsillo dejando ver la otra mitad del corazón con mi nombre y la fecha por detrás  y me pregunta:
-Sol, ¿me harías el chico más feliz del mundo y saldrías conmigo?- Dejo el collar junto a sus llaves
-Sí, sí, sí, sí ¡Sí! ¡Te quiero!- le digo emocionada mientras le beso- Es el mejor día de mi vida- le susurro al oído.
-Y el mío- dice mientras me vuelve a besar. Nos recostamos en el sillón mientras nos besamos. Es un día perfecto, le tengo a él, estamos juntos oficialmente. ¿Las cosas podrían ir mejor?
Nos estamos comiendo las tartas y bebiendo el café, cuando le mancho la nariz de nata, y empezamos a jugar.
Nos vamos del Starbucks y empezamos a dar vueltas por el centro, y nos quedamos en un precioso parque, muy verde y lleno de preciosas flores. Nos sentamos en un banco de piedra y nos besamos.
Me lo estoy pasando genial, cuando suena mi teléfono.
-¿Me disculpas?
-No te vayas- me suplica mientras me coge de la mano. Me río y atiendo al móvil.
-¿Si?
-Sol, llevamos una hora y media esperándote- es Andrés. Son las 19:00. Dios, ¿cómo he podido olvidarme de ellos?
-Voy para allá, lo siento.
Regreso con José, le beso, le doy las gracias, le pido perdón y después de que me diga que no pasa nada  me voy.
Cojo el metro hasta la parte en la que está el parque en el que he quedado con los chicos. Me gustaría pensar en la tarde de hoy y revivirla en mi mente, pero ahora en mis pensamientos, solo están los chicos, y lo enfadaos que deben de estar.  
Cuando llego corro a su encuentro. Me extraña ver que ninguno salvo Andrés parece enfadado, al contrario parecen contentos. Me gusta que no estén enfadados, pero con quien tenía que arreglar las cosas, me miraba enfadado.
-Enhorabuena Sol-Me dice con una gran sonrisa Napoleón.
-Gracias- digo confundida- pero… ¿Por qué exactamente?
-Andrés nos ha contado tu noviazgo con José- se ríe Jaime. Miro a Andrés que me dedica una sonrisa reprimida.  Sé que no le hace gracia que salga con José, pero, José despierta sensaciones en mí, únicas y nuevas. A cada beso, me hace querer más, a cada caricia me hace desear otra. Es tan maravillosa su compañía, es tan maravilloso él.
Nos sentamos en un banco y hablamos como si no hubiera llegado tarde, pero  a las 20:00 Jaime y Napoleón se van, y me quedo a solas con Andrés.
-Andrés, lo siento…- le susurro.
-Da igual, no les ha molestado.
-No solo me refiero a lo de hoy, en el hospital, fui muy dura contigo, y hoy, bueno hoy han pasado muchas cosas, el caso es que comprendo que estés enfadado, y lo siento, espero que me puedas perdonar.
-Sol, en el hospital no fuiste muy dura, yo fui muy directo, podría haber esperado más, o no habértelo dicho, pero es que de verdad te quiero, pero bueno, tu no sientes lo mismo, lo entiendo. Y lo de hoy… bueno, olvidemos lo que ha pasado hoy y ya ¿vale?
-Vale- le miento. Es imposible que olvide el día de hoy, aunque ha sido un tanto agridulce, me he reconciliado con Andrés y he pasado la una tarde perfecta con José. Espero que esto dure mucho.