Capítulo 17 ‘Nada es para siempre’
-¡No!- Grito
perdiendo los nervios.
-¿Chicos estáis
bien?- Creo que he gritado demasiado
fuerte, pues mi madre se ha alarmado.
Los problemas aumentan, mi madre no puede subir y ver así a Andrés.
-Tranquila, no pasa nada.- Le digo asomándome
por la escalera. Eso la relaja lo
suficiente. Cuando vuelvo a mi habitación mi hermano echa una mirada
fulminante.
-No me puedes
obligar a no pegarle.
-¡No! ¡No! Y
¡No! Nadie se va a volver a pelear con nadie, ¿entendido?- Mi hermano no
contesta y eso me pone nerviosa, porque eso significa que va a hacer lo que
quiera. En ese momento entre el desconcierto, Andrés se despierta. No puedo
reprimir ni las lágrimas, ni la sonrisa. Me tiro contra él para abrazarle, y
enseguida se queja por el dolor.
-Lo siento-
susurro mientras le doy un beso en la mejilla. Saluda a todos los demás.
-¿Podéis
dejarnos a solas?- Todos se van en silencio y yo los acompaño a la puerta.
-Luego
hablaremos tú y yo- le digo muy seria a mi hermano, él pone los ojos en blanco
y se va a su habitación seguido de mis tres amigos.
Yo vuelvo a mi
cuarto, y sobre la cama le veo, está tan magullado, que me duele verle, me
mira, a duras penas con su ojo hinchado, y en el otro (algo rojo, pero ni
hinchado, ni morado como el otro) veo su iris negro que me observa, con una
pequeña sonrisa. Toda su cara está roja, y supongo que con cada movimiento le
duele, así que sonreír debe serle un esfuerzo enorme. Me siento a su lado, y con cuidado, le aparto
un mechón de la cara, y él me dedica una estupenda sonrisa.
-Gracias- le
susurro- por todo.
-Sabes que por
ti haría cualquier cosa, porque te quiero.- Me sonrojo sin poder evitarlo.
Vaya, esto es
nuevo, soy una idiota. Es el primer silencio que no es incomodo entre nosotros,
pero… no es como los que tenía con José. No quiero pensar en él, y sin embargo
lo estoy haciendo. Tampoco quiero utilizar a Andrés por la tristeza que tengo
por el hecho de que José me dejara de manera tan humillante.
-Sol, te quiero,
y sé que ya me dijiste que no una vez, pero yo… yo te necesito, eres mi vida
entera, y quiero demostrarte lo mucho que te quiero.- No puedo evitar comparar
sus palabras con las que me decía José, pero no sé porque siento que las suyas
son sinceras, pero en verdad, no me importa mucho, es decir, le quiero mucho
como amigo, pero ya está, ya se lo dije una vez, y no nos hablamos durante un
tiempo, tengo miedo de que pase algo parecido otra vez.
-Andrés, eres mi
mejor amigo, y te quiero, pero no de la manera que quieres que lo haga, y lo
siento porque, eres perfecto, eres dulce, simpático, cariñoso, sincero… pero no
siento esa sensación que se apodera de mí, y no quiero estropear nuestra
amistad.
Andrés me mira
con dolor en los ojos, y me siento un monstruo otra vez, pero, si le dijera que
sí, sería peor, porque por mi parte no habría amor y sería una farsa, pero no sé
como dárselo a entender sin hacerle daño. Quiero llorar, pero no puedo tengo
demasiadas cosas que hacer. Andrés me dedica una mirada triste, la más triste
que he visto nunca me siento tan mal por él y quiero que pare, quiero que
aparte esos tristes ojos de mí, no quiero sentirme un monstruo, y para pararla
hago lo único que se me ocurre; le beso.
Sus labios
también son más cálidos que los míos,
pero no como los de José, ¿por qué no puedo olvidarle? Cuando separo mis labios
de los suyos, no siento nada, nada especial, nada que me haga querer un
segundo, y me siento una falsa. Me levanto rápidamente de la cama, y empiezo a
dar vueltas por la habitación.
-¿Qué pasa?-
Pregunta Andrés alarmado.
-Somos amigos…-
empiezo a decir antes de ser interrumpida.
-¡Ya está! Ya lo
has estropeado todo, todo el momento ¡Joder! ¿Qué tengo que te repela tanto?-
Me grita Andrés.
-No me grites-
le digo intentando calmarme.
-Sol estás
enamorada de un tío que pasa de ti, con un montón de defectos, yo seguro que
tengo más, pero ¿Cuáles?- me vuelve a gritar.
-Sabes que no
soporto que me griten, así que cierra el pico ¿vale? No siento nada cuando te
beso, ¿quieres vivir en una mentira?
-Pues si es
contigo sí
¡Le odio! Me
está intentando hacer sentir mal, es retorcido y horrible por su parte.
-Andrés, nuestra
amistad…- vuelvo a empezar más calmada. Espero que deje de gritarme, porque
entonces no podré controlarme y acabaremos mal.
-No me hables de
nuestra amistad, porque ya no existe.
Sus palabras me
hielan la sangre, y me quedo paralizada viendo como se aleja. Ana, Jaime y
Napoleón se marchan. Ana, porque no entiende lo que pasa, y yo personalmente le
pido que se vaya, porque estoy a punto de derrumbarme, y aún no puedo, porque
tengo que hablar con mi hermano. Jaime y Napoleón se van (por petición mía
también) y han decidido, que van a hablar con Andrés. Napoleón me ha prometido
que luego me llamará, pero no me importa, ya no me importa nada. Le he perdido,
todo se acabó esa rara amistad murió, fin del cuento.
Estoy muda,
todavía no he contestado a nadie, por miedo a que se me quebré la voz. La
reservo para hablar seriamente con mi hermano, y luego dar explicaciones a mi
madre sobre los gritos, y el grupo de amigos (uno de los cuales recién salido
de una pelea) que salen de la casa, y a los cuales no ha visto entrar. Mi
hermano va entrar en cualquier momento.
En mi cabeza retumban las últimas palabras de Andrés.
“No me hables de
nuestra amistad, porque ya no existe.”
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